8/11/10

Nostalgia Prematura

Sonaba Francisca Valenzuela cuando vegetábamos en el escenario, que precariamente iluminado, dejaba una sensación de intimidad enorme. Ella escribía algo lejos del alcance de mis espejuelos. Tú, sentada casi debajo del foco que nos iluminaba a los tres. Embriagándonos con las teclas sonoras del piano junto a la voz de la delgada cantante, ibas dejando estelas de los lápices de colores en tu cuaderno... ¿o era el mío? ¿Importa?

Lo sabíamos; debíamos haber estado engullendo conocimientos en las gélidas salas para ello designadas, pero preferíamos seguir vegetando en el proscenio escuálidamente alumbrado. Ella continuaba escribiendo lejos de donde mis gafas visualizaban, y yo me mantenía recostado en el suelo, mirándote hacia arriba, imaginando como los retazos que cincelabas tomaban forma en la hoja cuadriculada, sobre tus piernas cruzadas y bajo tu cabeza inclinada. Yo pensaba en lo hermosa que te veías desde ese ángulo, en lo bien que le quedaba a ella su corte de pelo, en las bobadas que habíamos hecho juntos, en tantas risas y lágrimas compartidas, en el tiempo que quedaba para que un cartón que finalizaba con cuatro años de estudio nos intentara separar, en que extrañaría esas instancias de compartir en un silencio rebosante de fraternidad... en la falta que me harían...

Luego la bella muchacha del piano dejó de cantar y sonó una guitarra. Yo me alegré de que la atmósfera se rompiera, sacándome de mis pensamientos: las estaba extrañando antes de tiempo...

 
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