19/2/11
11/2/11
Mi Madre
Mi mami, la Yeca, la misma que viste y calza
ropa y calzado que se compra tarde mal y nunca.
Mujer de biografía extraña
y rica en sucesos de todo tipo.
De niña,
amante de su padre y de su campo.
Muchaccha que cargaba leña,
arriaba vacas y quizo aprender a arar.
Jovencita que nunca bordó
ni tejió
ni zurció.
No, ella jugaba a los pistoleros con el Toño.
Adolescente desertora del colegio de monjas,
nana pequeñita, niñera apenas mayor.
De matricidio prematuro;
obvio, un vientre crecía, había que hacerlo, niña.
Los niños llegaron en un torrente confuso,
cobijados en el puño alcoholizado
del padre que tocó, no más.
Uno, dos, tres, cuatro,
tres varones y una niña con problemas.
Y seguía el yugo patriarcal,
de castigos, borracheras y mamá morada.
Luego, un quinto retoño.
Y el último, gracias a la medicina.
Y más años de yugo patriarcal.
Fueron veinte en total.
Hasta que ya no dio para más.
Él se fue, lo fueron, lo fuimos,
pero la olla pedía ser llenada.
Allí nace mamita obrera,
mamita barre supermercado
mamita-papito
mamita que sola para la olla,
y controla una casa que va a estallar.
Mamita alega a los jueces,
mamita consigue plata,
mamita obrera gana poca plata,
mamita trata de hacer cundir la plata.
Mamita nana,
nana en otra casa y en la suya.
Mamita que suda una gota
gorda como su cansancio,
gorda como la pobreza,
gorda como los momentos perdidos;
gorda como las lágrimas de su pequeñito
que ya no la tiene,
que busca su compañía y darle un beso.
Mamita que sigue trabajando,
mamita que ve a sus niños grandes,
mamita nana aún.
Mamita sigue sacándose la cresta,
mamita sigue planeando, proyectando;
mamita por fin va al doctor.
Mamita... que el doctor no diga cosas feas.
Mamita... qué lindo es verte más seguido.
Mamita... dúrame harto...
ropa y calzado que se compra tarde mal y nunca.
Mujer de biografía extraña
y rica en sucesos de todo tipo.
De niña,
amante de su padre y de su campo.
Muchaccha que cargaba leña,
arriaba vacas y quizo aprender a arar.
Jovencita que nunca bordó
ni tejió
ni zurció.
No, ella jugaba a los pistoleros con el Toño.
Adolescente desertora del colegio de monjas,
nana pequeñita, niñera apenas mayor.
De matricidio prematuro;
obvio, un vientre crecía, había que hacerlo, niña.
Los niños llegaron en un torrente confuso,
cobijados en el puño alcoholizado
del padre que tocó, no más.
Uno, dos, tres, cuatro,
tres varones y una niña con problemas.
Y seguía el yugo patriarcal,
de castigos, borracheras y mamá morada.
Luego, un quinto retoño.
Y el último, gracias a la medicina.
Y más años de yugo patriarcal.
Fueron veinte en total.
Hasta que ya no dio para más.
Él se fue, lo fueron, lo fuimos,
pero la olla pedía ser llenada.
Allí nace mamita obrera,
mamita barre supermercado
mamita-papito
mamita que sola para la olla,
y controla una casa que va a estallar.
Mamita alega a los jueces,
mamita consigue plata,
mamita obrera gana poca plata,
mamita trata de hacer cundir la plata.
Mamita nana,
nana en otra casa y en la suya.
Mamita que suda una gota
gorda como su cansancio,
gorda como la pobreza,
gorda como los momentos perdidos;
gorda como las lágrimas de su pequeñito
que ya no la tiene,
que busca su compañía y darle un beso.
Mamita que sigue trabajando,
mamita que ve a sus niños grandes,
mamita nana aún.
Mamita sigue sacándose la cresta,
mamita sigue planeando, proyectando;
mamita por fin va al doctor.
Mamita... que el doctor no diga cosas feas.
Mamita... qué lindo es verte más seguido.
Mamita... dúrame harto...
