Y yo me espanto, me compadezco
y me siento amado con tu llanto en Getsemaní.
Pero el calendario tiene más hojas,
pero no todas van en rojo por ti.
Y con el correr de los meses, vuelven a matarte.
Te cargan una, y otra, y otra vez con la cruz humana.
Te veo muerto, Señor,
cada vez que un niño pasa la noche en la calle,
o bajo un puente, o entre medio de cartones.
Te veo llorar con el llanto de la madre, del padre
que debe alimentar a sus retoños con limosnas empresariales.
Tus lágrimas inundan los mares cuando una bala se dispara.
Y te enfureces, te repletas de cólera
con el anillo de oro del Papa-natas que dice suceder a Pedro.
Tus dientes rechinan furiosos con cada hombre explotado,
con los mandatarios que se lavan la boca con tu nombre,
pero no siguen tus deseos de verdadera justicia.
Te escandalizas con el rico que va a misa,
con las leyes injustas.
Y has salido, y sales a la calle
acompañando al que sufre.
Y marchas con las Madres de Mayo,
con los trabajadores que exigen dignidad,
con los estudiantes empapados por pedir justicia social.
Y te han matado en todo el mundo, vestido de muchas ropas.
De judío en Alemania, de árabe en Palestina.
Fuiste Víctor Jara muerto por cantar,
fuiste un profesor degollado, un calichero en la escuela Santa María.
En París fuiste estudiante, y en Cuba te han exiliado.
Fuiste Alberto Hurtado en las calles de Santiago,
y en los bosques de arauco eras una mapuche violada por españoles.
Y eres bombero, y eres el todas esas personas que por siglos
quemaron porque un imbécil dijo eran brujos.
Y lloras por cada niño abusado por una sotana.
Lloras por los bosques cortados, por las ballenas cazadas,
por cada mujer que vende su dignidad en horario estelar...
Y lo más terrible, Señor, es que puedo seguir largamente.
Perdónalos...
no saben lo que hacen
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